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Monday, May 30, 2016

El Cerro, del señorío a la miseria

El Cerro, del señorío a la miseria
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 29 Mayo 2016 - 9:22 am.

El Cerro constituye el segundo asentamiento importante hacia donde se
trasladó la nobleza criolla cuando decidió abandonar La Habana Vieja y
tener fuera de ella casas solariegas, donde descansar y recibir a sus
invitados especiales. Sus orígenes se remontan al año 1803, al
establecerse en los predios de José María Rodríguez y Francisco
Betancourt, junto a la calzada que iba de La Habana a Marianao, una
hacienda que terminó dándole su nombre.

En 1807 se edificó una iglesia de madera que fue sustituida en 1843 por
una de mampostería, dedicada a San Salvador, por haber sido patrocinada
por don Salvador de Muro, marqués de Someruelos, entonces gobernador de
la Isla.

Sus principales casas se construyeron durante ese siglo, a ambos lados
de la calzada que conectaba con Marianao y Vuelta Abajo. A partir del
año 1863 se convirtió en el barrio diplomático y empresarial por
excelencia. En él residieron los cónsules inglés y alemán y el
representante ruso. Ya en el siglo XX, en la Quinta de Echarte estuvo la
Embajada de EEUU.

En 1846 poseía cinco grandes quintas, 23 residencias de recreo lujosas y
273 casas de tipo corriente. El Cerro, sin embargo, tenía un grave
problema: por allí pasaba la Zanja Real, considerada un foco
contaminante. Debido a ella, las familias ricas abandonaron sus
mansiones, trasladándose hacia El Vedado, y estas fueron ocupadas por
instituciones benéficas, industrias, establecimientos comerciales y
casas de vecindad.

El municipio Cerro incluye los repartos Canal, Cerro, Las Cañas,
Ayestarán (parcialmente), Habana, Jesús del Monte (parcialmente),
Antonio Maceo, Casino Deportivo, Martí, Palatino y Santa Catalina, y se
encuentra enclavado entre la intersección de las Avenidas de Infanta y
Ayestarán, río Almendares, Vía Central, Calzada de Vento, Vía Blanca y
Calzadas de Cristina e Infanta.

Sus principales calles son la Calzada del Cerro y las calles Buenos
Aires, Tulipán, Monte (parcialmente), Aranguren, San Joaquín, Omoa,
Cádiz, Magnolia, Palatino, Primelles, Lombillo, San Pedro, Clavel, San
Salvador, Patria, Pila, Serafines, Falgueras y otras.

Entre sus edificaciones más importantes se encuentran las quintas de los
condes de Santovenia, de La Fernandina, de Villanueva y de Lombillo,
las de los marqueses de Pinar del Río y las de Echarte, del obispo y de
doña Leonor Herrera, la mayoría construidas antes de la República, así
como los depósitos de agua del acueducto, en Palatino.

Ya en la época de la República se edificaron nuevas industrias,
empresas, talleres, centros educacionales, cines, restaurantes, bares,
cafeterías, iglesias, hospitales, un estadio de béisbol, casas y
edificios de apartamentos, comercios, etcétera. Entre ellos aparecen la
fábrica de cerveza y hielo Tívoli, adquirida por la Nueva Fábrica de
Hielo S.A., fabricantes de la cerveza La Tropical, y la fábrica de
botellas de esta misma firma, ambas situadas en la Calzada de Palatino;
la de productos lácteos Nela y de embutidos El Miño; Herrera, Bulnes y
Hnos. y C. Ingelmo y Hnos., ambas fábricas de calzado; La Ambrosía
Industrial S.A. y La Estrella, las dos fábricas de galletas y
confituras; Crusellas y Cía. S.A., fabricantes de jabones, pasta de
dientes y otros productos de higiene personal y cosméticos; Detergentes
Cubanos S.A., fabricantes de detergentes; varias fábricas de fósforos;
la Cía. Litográfica de La Habana y la de los rones Legendario y Bocoy.

Se emplazaban allí también los colegios Nuestra Señora del Buen Consejo
y Nuestra Señora de la Asunción; los cines Coloso, Edison, Maravillas,
México, City Hall y Principal del Cerro; la Escuela Profesional de
Comercio; los laboratorios Squibbs y Oms, las embotelladoras de la Coca
Cola y La Paz, fabricante del refresco Materva y de la gaseosa
Salutaris; la industria deportiva Batos; la Ciudad Deportiva; la
denominada Universidad del Deporte Comandante Manuel Fajardo; el bar
Moral; la cafetería Maravillas; el restaurante Cerro Moderno; la
cafetería Chiki Jay; los hospitales Salvador Allende (antigua Quinta
Covadonga, en los terrenos de la quinta de doña Leonor Herrera), Diez de
Octubre (antigua Quinta de Dependientes del Comercio, en los terrenos de
la quinta O'Reilly), el Benéfico Jurídico, el Pediátrico (en la última
residencia de los condes de Santovenia), la desaparecida clínica La
Bondad; el estadio del Cerro (hoy Latinoamericano); las iglesias del
Corazón de María (denominada en realidad San Salvador del Mundo), María
Auxiliadora, Manantiales del Desierto, Católica Liberal Congregacional
de San Albano y la parroquia de Nuestra Señora del Pilar.

Estas edificaciones se deben a magníficos arquitectos, ingenieros y
maestros de obra, tanto en el periodo colonial como republicano. En el
primero se destacan Francisco de Albear, Agustín Crame, Silvestre
Abarca, Antonio Benítez Uthan y otros, siendo una verdadera pérdida que
no se recuerden los datos de los que construyeron las hermosas quintas y
casas señoriales. En el segundo periodo Joaquín Ruiz, José Ricardo
Martínez, Charles B. Brian, José H. Franca, Nicolás Arroyo, Gabriela
Menéndez y otros.

El Cerro, como otros municipios de la ciudad, ha sufrido la desidia y el
abandono de las autoridades, en cuanto a la conservación de su riqueza
arquitectónica y a su desarrollo. La mayoría de las casas solariegas,
con pocas excepciones, se encuentran en estado ruinoso, incluyendo la
que ocupa la Asamblea Municipal del Poder Popular, otrora quinta de los
condes de La Fernandina. Otras han desaparecido y algunas se han
convertido en verdaderos tugurios habitacionales, repartidos sus
espacios entre decenas de familias, quienes han añadido y quitado lo que
han considerado necesario, para acomodarlas a sus necesidades,
destruyendo las edificaciones originales.

La Esquina de Tejas dejó de ser importante y también la del cine
Maravilla. Perdió su encanto el bar Moral, el del extraño nombre, y
pasaron a mejor vida los bodegones españoles con expendios de frutas en
sus portales, ofertadas en estanterías piramidales. El conocido Estadio
del Cerro, donde dirimían sus duelos beisboleros los clubes Habana,
Almendares, Marianao y Cienfuegos, y fuera escenario de las discusiones
de Adolfo Luque o Miguel Angel González con los árbitros ante una que
otra decisión cuestionable, siempre bajo la gritería de la fanaticada,
ahora languidece deteriorado y con partidos de béisbol de baja calidad.

Una frase callejera repite que "El Cerro tiene la llave", pero hasta
ahora nadie ha podido determinar de qué llave se trata ni para qué
sirve, porque el municipio se encuentra encerrado en una espiral de
decadencia.

Source: El Cerro, del señorío a la miseria | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1464469983_22708.html

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