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Tuesday, November 12, 2013

Loquitos

Loquitos
Martes, Noviembre 12, 2013 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -La gente les llama
loquitos, entre despectiva e indulgentemente. Son los jóvenes,
adolescentes y hasta niños enajenados que zapatean las calles habaneras,
buceando en los basureros, acopiando desperdicios, o asumiendo cualquier
encomienda (limpiar parabrisas, cargar objetos pesados, hacer payasadas
de locos, las que se les pida), con tal de llevarse a la boca algún
mendrugo.

Son las heces de la utopía revolucionaria. Frutos del alcoholismo, los
hogares disfuncionales, las guerras en suelo ajeno, la zozobra, la
desnutrición, el chasco. No hay una sola calle céntrica u otro lugar de
concurrencia en que no se nos impongan a la vista, recordándonos que no
somos tan inocentes como nos conviene creer, de cara a la debacle que
condenó su existencia desde el germen.

El comentario general es que nunca antes se habían visto tantos loquitos
deambulando por las calles de La Habana. Es verdad. Aunque ello no
significa que ahora estemos peor que en décadas anteriores. Tampoco
tiene que ser necesariamente una señal del modo en que el país se
despide del edulcorado modelo "socialista", para presentarse, sin
afeites, tal y como nunca dejó de ser: una republiqueta subdesarrollada
y tiranizada. Más bien lo que significa es que seguimos recogiendo las
mieses del infortunio que sembramos hace medio siglo.

Más y menos dementes, más y menos agresivos o confianzudos o retraídos,
más y menos abandonados por sus familiares, eludidos por la sociedad,
desprotegidos por las instituciones oficiales, los loquitos son víctimas
por igual de la encrucijada económica y del laberinto espiritual en los
que nos embarcó el fidelismo.

Entre Chupi, el autodenominado Galán de la calle Rayo (un loquito, hoy
ya en la treintena, que anda y desanda por el barrio chino desde la más
tierna edad), y el niño de los disfraces que ahora mismo se dedica a
divertir a los paseantes de la calle Obispo, discurre una historia de
frustración, miseria y desamparo que, aceptémoslo o no, es parte de la
historia personal de cada uno de nosotros, con la que todos estamos
comprometidos, aunque no sea más que por aquello de que tanta culpa
tiene quien mata a la vaca como quien le aguanta la pata.

En ningún otro caso encaja tan bien como en el nuestro, aquí y ahora,
aquel diagnóstico de la célebre politóloga alemana Hannah Arendt, según
la cual, el primer causante de las desgracias humanas no es el embate
irracional de los políticos y los poderosos, sino la banal indiferencia
y la impotencia gregaria de las masas.

Source: "Loquitos | Cubanet" - http://www.cubanet.org/articulos/loquitos/

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