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Monday, November 11, 2013

Guerra con presos y brindis con el enemigo

Publicado el lunes, 11.11.13

Guerra con presos y brindis con el enemigo
ALEJANDRO ARMENGOL

Desde comienzos de este mes se ha incrementado la violencia contra los
opositores pacíficos en Cuba. No es simplemente hablar de una mayor
represión, porque el acoso y la intimidación a quienes expresan su
desacuerdo con el gobierno de La Habana es una constante que desde hace
décadas se manifiesta con períodos de mayor o menor intensidad.

Sin embargo, los ataques físicos a la disidencia, aunque también están
presentes siempre, se intensifican en momentos en que el régimen
considera que aumenta el riesgo para su afán de perpetuarse en el poder
o en ocasiones en que el control represivo se mezcla con el vandalismo
más soez.

Algo de ello viene ocurriendo en Cuba. Recientemente detuvieron en Santa
Clara a unas 30 integrantes de Las Damas de Blanco y una turba castrista
golpeó y pateó dos veces a Guillermo Fariñas.

En estos casos, como ha ocurrido con anterioridad, el argumento
socorrido del gobierno –si es que se siente obligado a emitir alguno– es
decir que es la respuesta espontánea de un pueblo enardecido contra los
enemigos del país apoyados por un país enemigo. Afirmar que Cuba es "una
plaza sitiada" o que "la nación está en guerra" es parte de ese rosario
de lemas ya gastados, pero de los cuales aún saca cierta utilidad el
gobierno cubano, sobre todo en medios internacionales.

Difícil comprender que una nación está en guerra con otra y al mismo
tiempo le compra alimentos a su enemigo, agasaja a los legisladores del
bando contrario y celebra subastas de tabacos donde los principales
invitados y compradores no vienen de una trinchera sino viajan
cómodamente al país anfitrión, para citar algunos ejemplos.

Una guerra sin disparos y ataques mortíferos, sin cañones y acorazados.
Una contienda donde los únicos "barcos enemigos" que entran en aguas
cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación agresora.

Cuba está en una "guerra", dicen quienes gobiernan en Cuba, y no le
queda más remedio que encarcelar a los "agentes" que luchan en favor del
otro lado.

Sin embargo, un buen número de disidentes cubanos han cumplido largas
condenas por el solo ''delito" de divulgar análisis políticos y
noticiosos y buscar cambios pacíficos en la isla.

Desde hace mucho tiempo los disidentes luchan frente a dos enemigos
poderosos: la represión y la inercia. Por décadas el régimen ha
alimentado la ausencia de futuro en la población como el medio ideal
para alimentar la fatalidad, el cruzarse de brazos y la espera ante lo
inevitable.

Pero si estas actitudes influyen negativamente en las posibilidades de
un cambio democrático, también afectan a la capacidad de la nación para
resolver sus problemas por medios propios.

Aunque se han producido ciertos cambios económicos, y pequeñas
transformaciones en el orden social, la vida cotidiana de los cubanos
sigue regida por el desbalance y la inseguridad que produce el permitir
hoy ciertas actividades económicas y censurarlas mañana, o al mismo
tiempo llevar a cabo acciones represivas contra la libertad creadora y
ejercer la discriminación contra ciertos sectores poblacionales, ya sea
debido a la raza o las preferencias sexuales de sus miembros.

Esta precariedad entre las prohibiciones y lo tolerado en ciertos
momentos ha imperado por décadas en la isla. Y por supuesto se ha
traducido en un sentimiento de inseguridad que afecta a todos, incluso a
quienes ocupan cargos administrativos y de control.

Lo que en cierta época fue delito en Cuba, ahora es permitido. Sin
embargo, en esencia la capacidad o el derecho a expresar el deseo de
cambiar ciertas leyes, así como aspectos y condiciones sociales –o a la
sociedad y el gobierno en su conjunto– sigue siendo tan negado en Cuba
como cuando esta persecución se expresaba en términos de la lucha de clases.

Un ejemplo de esto ha ocurrido en las últimas semanas, cuando el
gobierno emitió un decreto que prohíbe a los cuentapropistas la venta de
ropa, o más recientemente aún, cuando ordenó el cierre de salas de cine
particulares. En ambos casos, se trata de actividades no autorizadas
explícitamente por leyes, pero toleradas desde hace algún tiempo. Lo que
ayer se podía hacer, hoy no se puede: así funciona un país donde la
legalidad en muchas ocasiones se transforma simplemente en una
permisividad que se da o se quita arbitrariamente, de acuerdo a los
derechos o caprichos de un padre gobierno que ya no se preocupa por
alimentar a sus hijos, pero que no deja de castigarlos cuando lo
considera necesario.

En un proceso que tiene como única razón de existencia el perpetuar en
el poder a un reducido grupo, el mecanismo represivo invade todas las
esferas de la forma más descarnada, ya sea al cerrar una sala de cine de
no más de veinte sillas, dejar los percheros sin ropa o detener a un
grupo de mujeres indefensas y caerle a golpes a un opositor pacífico.

Source: "ALEJANDRO ARMENGOL: Guerra con presos y brindis con el enemigo
- Opinión - ElNuevoHerald.com" -
http://www.elnuevoherald.com/2013/11/11/v-fullstory/1610344/alejandro-armengol-guerra-con.html

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