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Monday, November 11, 2013

El beso de la muerte

El beso de la muerte
Lunes, Noviembre 11, 2013 | Por René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Las últimas decisiones
adoptadas por el gobierno de La Habana ponen de manifiesto que las ideas
centrales que presidieron durante años la actuación de los poderes
castristas en el ámbito económico, siguen manteniendo su vigencia en lo
esencial.

El sábado 2 del corriente, el diario oficialista Granma señaló el
carácter ilegal de las salitas particulares que exhibían películas en
tercera dimensión y ofertaban videojuegos, así como de la venta
minorista de confecciones importadas y la reventa de artículos
adquiridos en la red comercial estatal.

Existe una diferencia notable entre lo dispuesto con respecto a esas
distintas actividades. En el caso de las dos últimas, se concedió con
carácter excepcional un plazo para liquidar los inventarios, plazo que
vencerá el último día del presente año. Por el contrario, las salitas
fueron clausuradas con carácter inmediato.

Estas nuevas medidas se asemejan de manera muy sospechosa a las que
durante decenios adoptó el gobierno encabezado por Fidel Castro. Un
titular del mencionado número de Granma intentaba tranquilizar a los
microempresarios: "Confirmada la validez del trabajo por cuenta propia
como fuente de empleo y de producciones y servicios para la población",
afirmaba.

Pero estas seguridades recuerdan demasiado a las de un mafioso que, tras
disponer la eliminación física de algún rival, se deshace en protestas
de eterna amistad a él, e incluso lo abraza y estampa en sus labios, de
manera ostentosa, el famoso "beso de la muerte".

En el caso de los vendedores de confecciones extranjeras, queda claro
que para el Estado existía la posibilidad de recaudar impuestos mayores
por esa actividad. Esa opción ha sido desestimada, por una razón muy
sencilla. Los precios de las tiendas estatales para los productos de ese
tipo están tan inflados, que ni siquiera los elevados tributos fijados a
la competencia particular puede impedir que ésta tenga todas las de
ganar frente a las grandes tiendas por departamentos, que venden caro,
feo y malo.

En el caso de los cuentapropistas que, encorsetados en licencias de
"modista o sastre", se dedicaban a la venta de confecciones, queda
siempre la opción de devolver su autorización y refugiarse en las filas
amplias y acogedoras de la "bolsa negra", igual que sucedió durante los
decenios del reinado de Castro I. Eso fue lo único que lograron las
terminantes prohibiciones imperantes durante aquella era.

El caso de las salitas de exhibición y videojuegos es más complejo. Sus
propietarios hicieron grandes desembolsos, así como un verdadero alarde
de eficiencia, al adaptar garajes u otros pequeños locales, a los cuales
dotaron de la tecnología necesaria, asientos cómodos y aire
acondicionado, amén de prestar en ellos servicios gastronómicos.

Por supuesto, nada similar puede ofrecer el todopoderoso aparato
estatal, que sólo en La Habana ha permitido el total deterioro de
veintenas de salas cinematográficas, la mayoría de las cuales han
devenido almacenes o simples criaderos de ratas y todo tipo de otras
alimañas.

¿Qué posibilidad queda a los microempresarios de las recién clausuradas
salas de exhibición para recuperar su inversión? Ninguna, en la
práctica. ¿Qué opción tienen los muchos jóvenes que encontraban en esos
sitios una alternativa para entretenerse? La respuesta es la misma.

El régimen totalitario ha invocado, para justificar la medida, razones
de "política cultural". El argumento es insostenible. Atrás han quedado
los años sesenta, cuando una intrascendente peliculita de segunda, cuyo
único mérito era tratar de música y amor, rompía todos los records de
taquilla y de permanencia en pantalla. La cinta checoslovaca "Vals para
un millón" arrasó porque los cubanos estaban hartos de los bodrios
adoctrinadores e intragables que llegaban a montones de la antigua URSS
y de otros países socialistas.

Hace ya decenios que, ante el evidente rechazo de la ciudadanía a los
panfletos socialistas, el castrismo optó por dar más amplia difusión a
la filmografía de Hollywood. Salvo raras excepciones, la "Película del
Sábado" – el más popular espacio del género en la Televisión Cubana – es
una muestra de la obra cultural "del enemigo". Pero —claro está— los
encargados de velar por la "pureza ideológica" siempre tienen la opción
de no exhibir los filmes problemáticos, posibilidad que les estaba
vedada en el caso de las pequeñas salas particulares.

Las nuevas medidas del régimen, aunque arbitrarias y mezquinas, nos
dejan al menos un consuelo: las filas de quienes abominamos el
totalitarismo se verán engrosadas por esas nuevas víctimas del despojo
comunista.

Source: "El beso de la muerte | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/articulos/el-beso-de-la-muerte/

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