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Monday, November 18, 2013

Cuerpo de isla, alma de continente

Cuerpo de isla, alma de continente
- Un paseo por Cuba, donde el futuro un día partió rumbo al norte y
jamás volvió.
- La cubana más famosa sin el apellido Castro, Yoani Sánchez, ofrece su
visión de sus irrepetibles calles.
YOANI SÁNCHEZ 14 NOV 2013 - 19:08 CET5

Los contrastes, los anacronismos, son parte inseparable de Cuba. Las
sombras y las luces componen esta realidad que ha entrado a tropezones
en el siglo XXI. Un poeta definió la insularidad con una frase que se
puede confirmar a cada paso: "la maldita circunstancia del agua por
todas partes". Pues así es, mar, mar y mar, hacia cualquier lado que se
mire. No solo las aguas azules donde los chiquillos se zambullen, sino
también un mar de nostalgias, encierros, sueños, balseros... Un país
difícil de descifrar, incluso para quienes han nacido en él.

Aquí todo va más despacio. Como si en cámara lenta se mostrara la vida
de once millones de cubanos. El efecto de antigualla se ve reforzado por
todas esas casonas a las que no les llegó su momento de perecer ante los
rascacielos. Joyas arquitectónicas de columnas resquebrajadas por los
años y la falta de recursos. Pisos de mosaicos y arabescos, las lámparas
de lágrimas conservadas por la abuela. El esplendor y la necesidad,
dándose la mano.

Lejos del casco histórico, con sus hoteles y sus opulentos restaurantes,
se extiende la verdadera Habana. A cualquier hora sorprende la cantidad
de gente en las calles. Estamos ante una ciudad peatonal, en parte
porque durante décadas la compra y venta de autos estuvo prohibida. De
manera que el cubano está acostumbrado a caminar largas distancias o a
aguardar durante horas el ómnibus. Eso refuerza la impresión de
inmovilismo, de estatismo.

El arte de esperar

Las espera es justamente uno de esos componentes inherentes a la
identidad de la Mayor de las Antillas. Un chiste popular asegura que el
"yoga debió inventarse en Cuba", dada la paciencia mostrada por las
personas ante las largas colas y los larguísimos gobiernos. Sin embargo,
a la hora de la diversión y el baile, es como si el minutero del reloj
fuera más rápido, a saltos. Incluso hoy, La Habana conserva algo de ese
glamour noctámbulo que la hizo ser llamada "la Babilonia de Caribe"
durante la primera mitad del siglo pasado.

La dualidad monetaria –entre el peso cubano y convertible– determina el
tipo de diversión a la que se puede acceder. Los más pobres preparan sus
bebidas en casa, con alcohol barato, algo de azúcar y limón. Sin
embargo, desde hace unos años también proliferan los buenos
restaurantes, conocidos en la isla como paladares. La cocina criolla se
mezcla con la internacional en esos sitios, que han podido prosperar
gracias a las flexibilizaciones económicas del último lustro. Los
turistas componen el grupo principal de clientes, pero también asisten a
sus mesas cubanos en el exilio o la emergente clase empresarial. Cercana
la medianoche hasta puede llegar algún jerarca de verde olivo vestido de
paisano.

Sin embargo, la magia principal de este país no está en su presente.
Curiosamente, sus dos principales puntos de atracción quedan en el
pasado y en el futuro. Lo que fue, con sus viejos autos que aún circulan
por las calles y aquel orgullo de tener una ciudad que compartía
carteles con París, Nueva York, Buenos Aires... No obstante, una fuerza
contraria obliga a mirar hacia lo que vendrá. Porque Cuba es uno de esos
países con un potencial agazapado. Cuna de pensadores, filósofos,
músicos y artistas, basta recorrerla para darse cuenta de la creatividad
de su gente.

El mismo poeta que definió tan magistralmente la insularidad dijo
también que "si Kafka hubiera nacido en Cuba sería un escritor
costumbrista". Porque el absurdo está presente en cualquier lado. Desde
la estomatóloga que se come una pizza mientras atiende a ese paciente al
que le duele tanto la muela; hasta los enrevesados trámites para darle
de baja a un difunto en el listado del mercado racionado. Inexplicable e
inaudita cotidianidad, pero también subyugante y única.

V.O. sin subtítulos

La célula principal de lo cubano radica en las cuarterías, conocidas
como solares. Esas antiguas casonas que el tiempo y las estrecheces han
ido dividiendo y poblando con múltiples familias. El patio central, el
baño colectivo, la azotea donde los adolescentes crían palomas, las
toallas de color indescifrable colgando de las tendederas. El dominó, la
solidaridad de la gente para solventar las carencias materiales, el
juego de dominó y alguna madre que vocifera el nombre de su hijo desde
el balcón: "¡Yunisleidy!".

Una semana no basta, un hotel no basta, una mirada desde la ventanilla
del autobus climatizado tampoco. A Cuba hay que vivirla en sus calles
para comprender sus contradicciones. Como, por ejemplo, que a pocos
metros de la Plaza de la Revolución florezca un enorme mercado ilegal de
materiales de construcción; o que muchos de los niños que en la escuela
repiten la consigna "pioneros por el comunismo, seremos como el Che",
luego se van al mar para mirar al Norte, hacia esa ansiada orilla.

Porque Cuba es una isla con ansias de continente, ávida de ser más, de
ir más rápido, de llegar más lejos. Un país adolescente al que le crecen
los brazos y las piernas, pero dentro de una vestimenta muy estrecha.
Visitar su realidad no deja a nadie indiferente. Como una postal en
sepia, que en lugar de colocarla en algún marco, estamos obligados a
meternos en ella, vivirla, sufrirla, amarla.

Source: "Cuba con Yoani Sánchez: Cuerpo de isla, alma de continente |
Icon | EL PAÍS" -
http://elpais.com/elpais/2013/11/14/icon/1384452054_612892.html

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