Regálame lo que puedas

"Regálame lo que puedas"
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EL VIERNES, 11 DE OCTUBRE DE 2013 10:28 MIÉRCOLES,
16 DE OCTUBRE DE 2013 00:20 ESCRITO POR RAMÓN DÍAZ MARZO

Cuba actualidad, Habana Vieja, La Habana, (PD) Quizás en países de poco
hablar se necesita tiempo para conocer a las personas. Pero en Cuba,
sólo se precisan unos minutos, pues hemos llegado al punto de volvernos
transparentes. Cualquier fulano, aunque sea extranjero, puede leernos
por dentro y ver el infierno de nuestro paraíso.

Digo "paraíso" porque en Cuba, a diferencia de otros países, la guerra
que padecemos no se explica con tsunamis, inundaciones, terremotos, ni
enfrentamiento civil con balas de verdad.

En Cuba la guerra se reduce a conseguir el mínimo pan nuestro de cada
día y esperar a que lleguen mejores tiempos y que se resuelvan algunos
de los problemas que padecemos desde hace más de cincuenta años, como la
escasez de alimentos y viviendas y la falta de libertad de expresión.

Por estos días intimé con una señora de unos sesenta y tantos años
cuando me dijo: "¡Regálame lo que puedas!" Yo me había comprado unos
chicles en una inmensa tienda en CUC que ha conservado el antiguo nombre
de Harris Brothers, y tiene entrada por la calle O'Reilly y por Monserrate.

En estos tiempos, cuando la necesidad obliga a limosnear, es natural que
cualquier persona, aunque vaya pulcramente vestida, te sorprenda con
semejante reclamación. Les recuerdo que ya publiqué una crónica
titulada: "Yo también pedí limosna".

Por la expresión de su cara me pareció alguien lleno de bondad y que
realmente necesitaba ayuda monetaria, y le regalé 20 pesos en moneda
nacional. Yo también vivo al día y nunca he alcanzado las cumbres
comunistas de nuestra dictadura, donde ya existen los ricos de nuevo
tipo. Pero como proletario a veces comparto lo poco que tengo con los
que están más jodidos que yo.

La señora aceptó el billete como una acción natural de mi parte y
continuó hablando: "Yo estoy sufriendo mucho a estas alturas de mi vida.
Vivo en unos albergues de mala muerte en Cambute". "¿Dónde queda ese
lugar?", pregunté.
"A 8 km del Cotorro", me dijo ella.

El Cotorro es un reparto de la periferia de la capital que está donde el
diablo dio las tres voces y nadie lo escuchó.

"Después de las nueve de la noche la única ruta de ómnibus que llega
hasta Cambute deja de pasar... Los delincuentes aguardan a transeúntes
despistados para asaltarlos en el camino. El médico de la familia cuando
nos visita apenas nos dedica tiempo", se quejó la señora.

"¿Y cómo Ud. terminó en un albergue?", le pregunté. "Yo vivía con mi
hijo y mi hija y en la calle Crespo del barrio de Colón. En el edificio
hubo un derrumbe parcial y sacaron a todas las familias y le otorgaron
un apartamento a cada núcleo familiar en el reparto Eléctrico", dijo.

"¿Y cómo se explica que ahora viva en un albergue de mala muerte en las
afueras de La Habana?", inquirí. "Porque mi hija se casó con un hombre
que nos convenció de vender el apartamento. Nos engatusó a todos con una
suma de dinero y todos caímos en la trampa. Terminamos en un edificio de
La Habana Vieja que en menos de un año sufrió un derrumbe parcial. Y
esta vez no nos dieron ningún apartamento, sino alojamiento en Cambute".

"Entonces, señora, Ud. tuvo la oportunidad de ser ayudada la primera vez
por el Estado", le dije con mucho tacto.

La señora guardó silencio. Yo no le pregunté nada más. Y me despedí de
ella pensando que a veces las personas dibujan su propio futuro. ¿Y la
culpa quién la tiene?

Para Cuba actualidad: ramon597@correodecuba.cu

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