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Thursday, October 10, 2013

La gesta olvidada

Publicado el jueves, 10.10.13

La gesta olvidada
DANIEL F. CALDERÍN

Entre todos los agravios e irreparables daños que el falso proceso
seudo-revolucionario que ha sufrido nuestro pueblo en los últimos 54
años ha causado a Cuba, hay uno que muchas veces escapa a la
consideración de la mayoría de nosotros, me refiero a la sistemática
ocultación y deformación de nuestra verdad histórica. Uno de los
procesos socio-políticos más ignorados por las nuevas generaciones
educadas bajo los parámetros del presente régimen, es el interregno
entre el Grito de Yara el 10 de octubre de 1868 y la Paz del Zanjón en 1878.

Las causas de la repugnancia de los presentes jerarcas seudo-marxistas a
ese proceso histórico son obvias. La Guerra de los Diez Años fue una
gesta patriótica organizada, dirigida y ejecutada por las clases
económicas criollas enriquecidas a mediados del siglo XIX en las grandes
fábricas y haciendas azucareras de la isla. Nosotros hoy queremos rendir
tributo a los próceres de aquella epopeya libertadora que nos legaron la
patria, sin dejar de fustigar con la ira y el desprecio que merecen, a
los que hoy la martirizan y oprimen y bajo cuyas botas nuestro pueblo
sufre la peor tiranía que ha conocido el continente. La gesta que
comenzó aquel 10 de octubre en el batey del ingenio La Demajagua se
conoce como la Revolución de Yara, la Guerra de los Diez Años o la
Guerra Grande. Junto a Céspedes la figura más importante de esa epopeya
fue Francisco Vicente Aguilera. Siete días después las tropas cubanas
asaltaron y tomaron la ciudad de Bayamo, una de las ciudades mejor
construidas en aquellos tiempos en Cuba, y la mantuvieron ocupada como
la primera capital de la república en armas durante más de tres meses.
Allí Perucho Figueredo compuso el que después fuera el Himno Nacional.
En enero de 1869, fuerzas superiores compuestas por más de 3,000
soldados regulares al mando del conde de Balmaseda desalojaron a los
rebeldes, que antes de abandonar Bayamo prefirieron quemarla.

La insurrección se extendió a Camagüey, donde estaba dirigida por dos
jóvenes abogados recién graduados de la Universidad de la Habana:
Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana. En abril de 1869, para unir el
esfuerzo de Oriente y Camagüey, se reunieron los diferentes grupos en el
pueblo de Guáimaro, situado en el límite de las dos provincias. Allí
redactaron la primera Constitución de la República de Cuba. Esa
Constitución estaba inspirada en las ideas democráticas y republicanas
en boga en esa época, influenciadas por la Revolución Francesa, el éxito
del sistema de gobierno representativo en Estados Unidos, la
independencia de los países de la América Hispana y el establecimiento
del sistema republicano de gobierno en la propia España.

La Asamblea de Guáimaro nombró presidente a Carlos Manuel de Céspedes
pero con poderes bien limitados, porque el grupo de Agramonte y Zambrana
temía dar poderes dictatoriales al presidente y así evitar que la
naciente república cayera en los mismos vicios y errores que ya corroían
las nuevas repúblicas hispanas del continente. Este mismo dilema se
presentó un cuarto de siglo después entre José Martí de un lado y Máximo
Gómez y Antonio Maceo del otro. Ese dilema lo confrontamos nosotros
también en el presente. ¿Valió la pena luchar para liberar a nuestro
pueblo de una dictadura para sobre sus cenizas levantar otra mil veces
peor que la anterior? Agramonte en Guáimaro y Martí en la reunión de
Nueva York y en La Mejorana tenían una visión nítida de la Cuba con que
soñamos, una Cuba en que todos podamos vivir en libertad sin un ejército
de ocupación con jefes y tropa cubana como hemos sufrido en el pasado y
hemos estado sufriendo durante los últimos 54 años, en condiciones
peores de las que sufrieron los pueblos de Europa bajo los nazis durante
la Segunda Guerra Mundial y bajo el Ejército Rojo durante la Guerra Fría.

La Guerra de los Diez Años fue una lucha cruenta en la cual en numerosas
batallas hubo más bajas de ambas partes que en las que libraron en
América del Sur Bolívar y San Martín. En la batalla de las Guásimas, en
1874, las tropas de Máximo Gómez causaron más de mil bajas al ejército
español y el general mambí quedó dueño de toda la parte rural de
Camagüuey. En enero de 1875, Gómez cruzó la Trocha de Júcaro a Morón e
incorporó en Las Villas a 1,400 hombres al Ejército Libertador, destruyó
86 ingenios y se apoderó de más de mil fusiles y caballos. Estos éxitos
causaron alarma en la Cuba española y en la metrópoli, y Valmaseda fue
relevado como Capitán General.

España no permitió que la guerra se perdiera y en 1876 mandó a Cuba a
Arsenio Martínez Campos, quien siendo el hombre fuerte del gobierno
español, pues fue él quien restauró a los Borbones en el trono de
España, logró traer a Cuba un ejército de más de doscientos mil hombres
bien armados y avituallados. Esta desproporcionadamente superior fuerza
militar, más el deseo de Martínez Campos de pacificar a Cuba y de
ofrecer a los insurrectos generosos términos de paz, tuvo como
consecuencia la Paz del Zanjón y la terminación de la guerra. El pacto
del Zanjón fue, según palabras de Elías Entrialgo, "dos impotencias, la
impotencia cubana para expulsar la dominación española y la impotencia
española de exterminar la rebelión cubana, confluyeron en una
transigencia". A lo que quiero agregar yo, que en esos diez años de
lucha, los patriotas cubanos no solo quemaron a Bayamo sino que en esa
hoguera arruinaron sus fortunas y el poderío económico que gozaban, en
aras del ideal sublime de legarnos una patria libre y soberana.

Hoy, a casi un siglo y medio del Grito de Yara, una horda criminal ha
instaurado en Cuba un régimen mil veces peor que la colonia española.
Con el falso disfraz de una doctrina extraña y odiosa, que donde quiera
que llega trae la ruina, la injusticia, el dolor, la opresión y la
muerte, se han apoderado de la patria que Céspedes y Agramonte quisieron
forjar en Yara y en Guáimaro. Solo Dios sabe cuánto tiempo nos tomará
alcanzar el sueño de aquellos héroes, y cuando podremos levantar los
ojos al cielo y exclamar: "Gracias, Señor, por habernos concedido la
victoria".

Source: "DANIEL F. CALDERIN: La gesta olvidada - Opinión -
ElNuevoHerald.com" -
http://www.elnuevoherald.com/2013/10/10/v-fullstory/1586676/daniel-f-calderin-la-gesta-olvidada.html

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