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Monday, October 07, 2013

Entre la premura y el estoicismo

Entre la premura y el estoicismo
[07-10-2013]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- En el contexto de las elecciones de medio
término, la política Argentina se encuentra recorriendo una transición
repleta de intrigas y especulaciones, práctica que por estas latitudes
se torna cada vez más frecuente.
El resultado de las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias ha
confirmado algunas presunciones cambiando sustancialmente el escenario
político de cara al mañana. Con estas tendencias, que difícilmente se
reviertan pronto, queda atrás la pretendida reforma constitucional y con
ella la aventura de la eternización en el poder. Al menos….. por ahora.


La ciudadanía y la clase política ya discute la sucesión presidencial.
La opinión pública parece dividirse entre los que no tienen paciencia,
los mas ansiosos, los que pretenden los cambios hoy y sin tener que
esperar plazo alguno, y los otros que entienden la necesidad de hacer
las cosas bien, cumplir los tiempos constitucionales y dar paso a la
institucionalidad para que se puedan producir las transformaciones
ordenada y prolijamente.

Es de una gran osadía e irresponsabilidad plantear una interrupción del
actual mandato presidencial. Aun bajo la verosímil hipótesis de que el
gobierno no tenga interés alguno en mutar sus políticas y que las mismas
profundicen los problemas y posterguen la solución, no parece razonable
siquiera sugerir la vulneración del orden constitucional.

La sociedad debe aprender a hacerse cargo de sus aciertos pero también
de sus errores. No se puede borrar con el codo lo que se escribe con la
mano. Esta gestión ha tenido un irrefutable aval electoral que permitió
su llegada al poder con amplio apoyo popular. Sus políticas fueron
acompañadas durante demasiado tiempo no solo por sus votantes, sino por
tantos otros que criticaron las formas pero no el fondo de cada
determinación.

El gobierno ahora ha perdido ese respaldo ciudadano, pero tiene aun dos
años más para cumplir su mandato. Es hora de que cada argentino no se
haga el distraído y asuma el costo de sus desaciertos. No solo se
equivocaron quienes votaron mal, sino muchos otros que prefirieron la
indiferencia, el silencio y la complicidad como manifestación cívica.

La solución no pasa por ir cumpliendo con los caprichos infantiles de
los ciudadanos, sino por asimilar el error, por admitir
responsabilidades y fundamentalmente por darse tiempo para que el
aprendizaje se convierta en nuevas decisiones que superen a las
anteriores, evitando la desesperación de la urgencia para reemplazarlo
por la sensatez. Las decisiones trascendentes se toman en un marco de
serenidad y no en el medio de la emotividad que propone la
vertiginosidad de los hechos.

Argentina para sobreponerse a su presente, para enderezar el trayecto,
precisa mucho más que espasmódicas reacciones políticas y enfados
circunstanciales. Hay que construir la templanza para elaborar la hoja
de ruta que permita superar la coyuntura política, social, económica y
moral.

Esta nación es una eterna promesa de éxito. Si no se ha conseguido
aprovechar la bendición de tantas fortalezas es porque no se han hecho
los deberes. Y eso no tiene que ver con elegir a los mejores para guiar
los destinos de este conjunto de ciudadanos, sino porque básicamente no
se han aplicado las ideas que conducen hacia ese resultado tan anhelado.

Son momentos difíciles y cargados de sensibilidad. Es probable que se
esté transitando por un punto de inflexión entre una larga secuencia de
decisiones inadecuadas que llevaron a este presente y la esperanza de
estar corrigiendo la orientación del esfuerzo hacia caminos más venturosos.

Todo depende de lo bien o mal que se hagan las cosas en instancias
políticas como estas. No se trata ya solo de culminar una etapa, sino de
procesar los disparates, de asumirlos como propios y no como ajenos, de
entender que los que gobiernan no son paracaidistas que aterrizan de
casualidad en el poder, sino que son la consecuencia esperable de una
sociedad que piensa de un modo determinado, con ciertos paradigmas.

Los que gobiernan solo representan las ideas de las mayorías. Desde hace
muchas décadas la política local está plagada de consignas que cuentan
con enorme apoyo ciudadano. Un gobierno con poder concentrado en el
líder de turno, un Estado excesivamente protagonista, que interviene la
economía, que asume un rol activo en diferentes funciones que no le son
propias y que por lo tanto maneja dinero y poder a su discreción.

Argentina tiene un gran desafío por delante. El debate no es justamente
si se debe terminar cuanto antes esta etapa. La discusión no pasa por
librarse de los gobernantes, sino de las ideas que gobiernan, y eso no
se resuelve en un solo proceso electoral, ni con antojos o arranques de
furia cívica.

Creer que los políticos son el problema, es una primera muestra de lo
desorientada que puede estar una sociedad. El destino cambia cuando los
individuos son capaces de reflexionar y corregir el recorrido. Nunca antes.

Habrá que tener la entereza suficiente para que se cumplan los mandatos
constitucionales, para que el proceso de reorientación política se
consolide con inteligencia y los argentinos puedan poner todo su esmero
en repensarse, en revisar sus profundas convicciones. De lo contrario,
lo que sucederá en la siguiente elección es que llegarán nuevos
interlocutores de la política pero permanecerán idénticas ideas. Así
solo se verán cambios parciales, sutilezas de estilo, pero no un rumbo
que asegure un porvenir de progreso como el que todos ansían. Hay que
enfocarse en el futuro para salir del dilema entre premura y estoicismo.

Source: "Entre la premura y el estoicismo - Misceláneas de Cuba" -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/525272f93a682e17d8b6c0dd

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