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Monday, October 14, 2013

Déficit de sobriedad y sensatez

Déficit de sobriedad y sensatez
[14-10-2013]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Parece haberse puesto de moda la
ampulosidad, el despilfarro, el derroche, la ausencia de prudencia, pero
al mismo tiempo la escasez de criterio y de sentido común.
Salvo honrosas excepciones, que solo confirman la regla, la inmensa
mayoría de los Estados del mundo han aumentado, en los últimos años,
significativamente su tamaño, funciones, responsabilidades y presupuesto.

La política, siempre interesada en utilizar una creciente cantidad de
fondos, se ha ocupado de generar la necesidad convenciendo a muchos de
la importancia de un Estado fuerte, pero fundamentalmente que concentre
poder y dinero para luego repartir bienestar entre los ciudadanos.

A esta altura de los acontecimientos se sabe que todo es un gran timo.
Que en realidad solo se trata del interés corporativo de la política en
administrar cuantiosos recursos para construir poder y someter desde
allí, a quienes no se avienen a ajustarse a su cuestionable moral y sus
retorcidas normas.

Juan Bautista Alberdi decía que "las sociedades que esperan su felicidad
de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa contraria a su
naturaleza", sin embargo aún hoy, demasiados creen con convicción que su
tarea individual consiste en pedir a otros lo que no consiguen por sí
mismos.

Es en ese extraño contexto en el que proliferan los Estados inmensos,
que estimulan la creación de múltiples y novedosos impuestos para
sostenerse. Todo ello deriva, irremediablemente en una insoportable
presión impositiva que es la esperable contracara de lo que muchos
reclaman. A riesgo de ser reiterativos habrá que recordar que los
gobiernos se financian con impuestos, endeudamiento o emisión monetaria.
Aún no se han inventado más que una larga lista de variantes de lo mismo.

El Estado siempre precisa recursos, mucho más aún si gasta tanto y solo
los consigue cuando se los quita previamente a los que lo producen, o
disemina inflación, o bien hipoteca el futuro de las próximas
generaciones. No existe otro modo de hacerse de ese dinero, porque no
puede crear riqueza, sino solo quitársela a algunos primero, para
repartirla después.

Resulta al menos contradictorio seguir recorriendo este círculo vicioso
de discursos que reclaman mas Estado, pidiendo más recursos para
financiarlo para que pueda tener más funciones y aumentar las
remuneraciones a sus agentes, pero al mismo tiempo esa sociedad que se
queja de la insoportable inflación, de la voracidad impositiva y del
sistemático endeudamiento.

El absurdo se abre paso a diario. Gobiernos corruptos, políticos
insaciables y sociedades que reclaman cuestiones inconsistentes que
entran en conflicto minuto a minuto.

A Thomas Jefferson se le atribuye aquella frase que decía "estoy a favor
de un gobierno que sea vigorosamente frugal y sencillo". Hace cierto
tiempo se entendía mejor todo. Sin un gobierno austero y capaz de
comprender que cuando gasta lo hace a expensas de haberle quitado antes
a los que trabajan para conseguirlo, es muy difícil avanzar con criterio.

El que gasta lo que no le ha costado esfuerzo obtener, nunca valorará la
dimensión de lo que administra. Por lo tanto, no se puede esperar, con
seriedad, que los circunstanciales orientadores de esos fondos tengan la
decencia de ser cautos y recatados.

Es la sociedad, la que primero debe comprender la naturaleza de las
cosas, para luego establecer las reglas que está dispuesta a jugar. Son
los ciudadanos lo que deben fijar límites, definir qué toleran y que no.

Lo que se ve a diario constituye un absoluto abuso de poder, una
verdadera inmoralidad que no debe encontrar amparo en la sociedad. No es
admisible que quien dilapida los recursos de la gente, gastando en sí
mismo como no usaría su propio dinero lo haga con tanto desparpajo, con
la impunidad de quien no recibirá reproche alguno. La nómina de
privilegios, de derroche evidente y de descaro sin pudor ya se ha
tornado indisimulable. Los gobiernos dilapidan cada vez más y muestran
su poder de ese modo.

Es cierto que a los gobiernos les falta sobriedad. No está en su
esencia. Los que lo administran son solo "aves de paso", aunque es bueno
decir que conforman una corporación política que solo rota de tanto en
tanto con alguna irregular frecuencia en la labor de regentear la cosa
pública.

Del otro lado, la sociedad toda, la suma de individuos parece resignada
o probablemente solo distraída o algo dormida. Lo concreto es que no
reacciona y sigue alimentando las decisiones que llevan a transitar una
historia de nunca acabar, que se reinventa para continuar hasta el infinito.

Este disparate solo cambiará cuando los ciudadanos sean capaces de salir
de este letargo y abandonar las ideas que sustentan y dan soporte a este
dislate que crece sin encontrar frenos. Mientras tanto se sigue
asistiendo sin resistencia alguna a este patético déficit de sobriedad y
sensatez.

Source: "Déficit de sobriedad y sensatez - Misceláneas de Cuba" -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/525bbc2c3a682e0ca4cfaaec

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