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Tuesday, September 10, 2013

La izquierda Católica y los cambios en Cuba

La izquierda Católica y los cambios en Cuba
septiembre 9, 2013
Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES — Hace año y medio, en un post publicado en estas páginas
abordé la situación de la Iglesia Católica, sus similitudes y nexos con
el Partido Comunista y su aporte al proceso de cambios en Cuba.

En aquel texto señalaba que ambas entidades compartían "objetivos
pragmáticos, donde la retórica y los actos no siempre van de la mano"
donde se combinaban "la inercia de la institución" y "el compromiso
social de sus fieles."

Y aposté porque la milenaria institución religiosa tributara a "la
construcción de un país mejor, que no puede regirse por botas y sotanas,
sino mediante el concurso, laico y democrático, de todos sus hijos."

El tiempo, como suele suceder, ha moderado mi entusiasmo. Si bien es
cierto que el amparo eclesial –aunque no con su pleno concurso o
dirección – han sido cobijados, total o parcialmente, diversos proyectos
editoriales, cívicos y culturales importantes (en particular las
revistas Espacio Laical y Palabra Nueva, el Centro Félix Varela y el
Laboratorio Casa Cuba) el comportamiento de la jerarquía católica con
relación a las demandas y dinámicas de cambio nacional ha sido, como
regla, demasiado cauto.

Con una lógica de "dos pasos adelante y uno atrás" (y a veces incluso
invirtiendo ese orden) los prelados apoyaron en 2010 la excarcelación de
presos políticos…para luego hacer caso omiso a pedidos de protección de
disidentes acosados por actos de repudio*.

Han auspiciado una apertura económica y llamado a un necesario proceso
reconciliatorio, mientras ignoran, en sus crecientes alocuciones
públicas, cualquier referencia a las "estructuras de pecado" que
reproducen las prácticas de penalización y censura del gobierno cubano
en contra de ciudadanos pacíficos.

En relación a las visiones progresistas que, desde diversas perspectivas
académicas (economistas, politológicas, sociológicas) e ideológicas
(socialdemócratas, libertarias, socialcristianas) han ido ganando un
espacio en diversos medios y foros cercanos a la Iglesia, no es difícil
advertir, dentro de la institución, diversas posturas.

Una, acaso mayoritaria, percibe con recelo conservador la exposición de
actores y discursos que, según parecen interpretar, podrían contrariar
el esfuerzo eclesial por ganar -con la venia gubernamental- mayor
espacio mediático, educativo y, a la postre, social.

Otra postura, probablemente menor en defensores y recursos dentro de la
actual jerarquía católica isleña, desearía ver a la Iglesia (y sus
publicaciones) convertida en paladín de la lucha contra el gobierno,
desde las coordenadas de un discurso que combina diversas modalidades
del credo liberal con resabios anticomunistas.

De tal suerte, los valiosos intentos de acoger propuesta(s)
nacionalistas, progresistas y ubicadas alrededor de la centroizquierda
del espectro político no son, a mi juicio (y a pesar de las teorías
conspirativas hilvanadas por sectores del exilio y la oposición) una
posición dominante dentro del clero cubano.

Todo lo contrario: la supervivencia de proyectos editoriales y foros
ciudadanos como los impulsados -con visible mesura y compromiso
nacional- por los laicos católicos progresistas dependerán de las
sensibilidades y cálculos pragmáticos de las élites gubernamental y
eclesial.

Lo cual hace pender su existencia de un hilo, que ambos grupos
dominantes puede cortar, en cualquier momento: sea por presión directa
de los estalinistas enquistados en el aparato estatal -lo cual parece
hoy poco probable- o como regalo generoso de altos miembros de la
jerarquía, deseosos de ganar favores con el poder y sacudirse el fardo
de estos hijos incómodos.

Así, en la medida que el proyecto de reformas avance, es previsible
esperar un aggiornamiento del segmento dominante de la Iglesia con el
modelo económico y político resultante.

A la liberalización con gobernabilidad autoritaria estatal corresponderá
una Iglesia políticamente esterilizada, fortalecida en su presencia
social y crecientemente coludida con la "nueva clase" en su expansión
mercantil en los predios educativos y culturales.

Ni los problemas estructurales de la pobreza y la desigualdad (ignorados
por la fórmula de la caridad tradicional) ni las viejas o nuevas
identidades pecaminosas (como los sujetos LGTB o los creyentes de cultos
afrocubanos) tendrán un lugar bajo el sol de este nuevo concordato.

Con un clero empoderado, los derechos sexuales, el laicismo y la
diversidad religiosa no podrán darse por conquistas inmutables de la
Cuba republicana y revolucionaria. Bajo esa perspectiva conservadora, en
sus predios se formaran empresarios piadosos antes que ciudadanos activos.

En sus púlpitos se predicará un amor que diluye jerarquías y ofensas en
aras del "bien común" sin reparar en las asimetrías, violencia e
injusticia cotidiana. En sus publicaciones encontrarán mejor prensa las
ideas de lucro, eficiencia y orden por encima de las de justicia,
democracia y libertad.

Lo que deberían entender quienes, pontificando su "intransigencia frente
al castrismo, descalifican el trabajo del progresismo laico católico es
que este no se sustenta en privilegios monetarios o cálculos racionales.

Me consta la estrechez material de su subsistencia, la integridad moral
de su conducta y la autenticidad de su credo nacional y social. He sido
testigo de su íntima y absoluta entrega a su fé y a su Iglesia.

También convendría comprendiesen los dogmáticos del gobierno que las
reformas que el presidente Raúl impulsa no pueden confinarse a las
oficinas de los expertos: tienen que oxigenarse con un debate ciudadano
que las corrija.

Pero lo que, con su experiencia milenaria, debería considerar la Iglesia
Católica es que sus acciones u omisiones frente al presente nacional
suscitarán el juicio de la gente y de la historia. Ya que, bajo una
lógica de cálculo y compromiso, cualquier interlocutor autoritario solo
respeta a quien demuestra tener capacidades y voz para sustentar
posturas de independencia frente al poder dominante.

Como el catolicismo es una institución global, es posible que los
cambios que hoy vive el Vaticano impacten la realidad cubana.

Francisco, sin ser un revolucionario, ha demostrado la decencia y
sentido común para acometer reformas fundadas en una noción ampliada de
justicia, un rechazo a las componendas cupulares y a la impunidad de los
poderosos, dentro y fuera de los predios eclesiales.

Ojala que esos mismos vientos renueven las figuras y mentalidades del
alto clero cubano, dando cabida al acompañamiento de nuevas demandas de
participación ciudadana y justicia social y no al mero cálculo estratégico.

Pero, como caribeños que somos, ya sabemos cuán caprichosos son los
vientos; por lo que tal vez sería mejor prepararnos –desde abajo y a la
izquierda- para lidiar con esta suerte de Quimera –burocrática,
tecnocrática, eclesial- que posterga la llegada de la democratización
nacional.

Source: "La izquierda Católica y los cambios en Cuba" -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=90445

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