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Monday, September 09, 2013

Democracia solo para mi gente

Cambios, Debate

Democracia solo para mi gente
No hay ningún libro que resuelva el problema cubano
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 09/09/2013 7:04 am

En mi último artículo sobre una guardería infantil privada en La Habana,
argumenté sobre la necesidad de que la sociedad cubana conozca hasta
donde la actualización implica la privatización de la producción y los
servicios en Cuba, cuestión esta que los lineamientos no explican y las
leyes ponen en solfa. Y lo creo, porque en el interesante debate entre
Carmelo y Rolando —dos admirados amigos— me inclino a secundar a Carmelo
en su idea de que los cambios raulistas son insuficientes y
fragmentados, pero estructurales. Y esos cambios dejan huellas
profundas, y no se pueden tomar a la ligera.
Si alguien lee el artículo —no hace falta que sea cuidadosamente— podrá
observar que no fijo posición personal alguna sobre el tema de las
privatizaciones. No quiere decir que no las tenga, junto a otras muchas
dudas, pero no tomo posición sobre el hecho en si. Solo digo que el tema
debe ser discutido y expuesto públicamente, sobre todo si se trata de la
privatización de un servicio social como la educación. Esto es un
principio básico de la democracia: el derecho de la sociedad a conocer y
discutir libremente sobre su futuro.
Pero para mi asombro, encontré varias reacciones airadas de lectores
que, o no entienden el castellano, o tienen retinosis cerebral o
simplemente abogan por una democracia mutilada que solo beneficiaría a
los que piensan como ellos. Como dice el título: la democracia solo para
mi gente.
Así un lector de Cubaencuentro me dejó un cariñoso mensaje donde me
presentaba como exponente de un "cerebro de hombre nuevo lavado con
lejía de mesas redondas", mientras que otro de Havana Times me exhortaba
a explicarle lo que era el "marxismo puro" y el "socialismo verdadero",
como si yo me dedicara por encargo a esas trivialidades, o como si lo
que yo pedía tuviera algo que ver con el marxismo, puro o impuro.
Hay que reclamar el derecho a discutir todo y con todos. Sin prejuicios.
Por un lado, la sociedad tiene que plantearse tareas mayúsculas en la
economía y en la política que no pueden resolverse desde las doctrinas,
ni leyendo libros clásicos, ni apegando nuestras esperanzas a fórmulas
consagradas por tendencias políticas. Todo eso —los libros clásicos, las
doctrinas y las preferencias políticas— son partes de una discusión en
la que todo el mundo debe caber, pero donde nadie tiene la verdad
absoluta. El orden mejor constituido, decían los neocorporativistas, es
aquel en que la segunda opción de cada cual sea la mejor opción de todos.
La sociedad cubana es muy compleja, aunque valga aclarar que no
necesariamente más que otras pues, no somos para nada excepcionales.
Somos, por ejemplo, una sociedad transnacional que está obligada a oír a
todos los cubanos en todos los confines. Y también somos una sociedad
donde existen propuestas desde todas las esquinas políticas, que se irán
incrementando según el sistema político se relaje y el propio Partido
Comunista comience a producir abiertamente a sus neoliberales,
socialdemócratas, keynesianos, neocomunistas, democristianos,
socialistas y anarquistas.
Y hay que discutir, además, porque en este mundo complejo en que vivimos
no hay recetas infalibles. Es admirable ver a quienes pueden imaginarse
soluciones para todo desde un par de prescripciones fáciles: más o menos
mercado, más o menos estado… Creo que son personas que pueden dormir
plácidamente fatigados de tanto onanismo político. Pero por esa vía no
llegamos a ningún lugar.
Y por todo eso hay que discutir, y hacerlo creyendo que la idea opuesta
puede ser valiosa de alguna manera, y no simplemente un asunto para rebatir.
Requerimos discutir, por ejemplo, cuanto de la estructura socioeconómica
y política de los últimos cincuenta años merece ser rescatada, y cuanto
debe ser desechada. Pero también que parte de la historia republicana
debe ser considerada un antecedente valioso de nuestro futuro. Y hay que
discutir analizando fríamente nuestras oportunidades en el mundo
contemporáneo y en eso que llamamos la economía global.
Hay que considerar que relación debe establecerse entre los tres
mecanismos de asignación de recursos y valores —estado, mercado y
comunidad— y como compensar solidariamente a quienes pierdan
inevitablemente en la relación que consideremos óptima. Es algo muy
complejo que, por lo demás, no se discute de una sola vez, y que implica
cuestiones específicas como el rol estatal en la economía —habilitación,
regulación, propiedad— las prioridades de las formas de propiedad que
deben existir, las prerrogativas de cada una y la manera como se debe
distribuir el plus producto.
Todos decimos que queremos la democracia, pero hay que definir que tipo
queremos. Por ejemplo, como se articularían los poderes estatales, los
grados óptimos de descentralización, el nivel de transparencia deseado y
el peso de los mecanismos representativos y participativos.
No menos importante es precisar cómo queremos abordar el inevitable
transnacionalismo de nuestra sociedad. Y si realmente vale la pena una
apertura decisiva hacia los emigrados, no para cumplir una meta
nacionalista de "Cuba para los cubanos", sino al revés, para conseguir
un efecto de "los cubanos para Cuba" que no solo impulse el desarrollo
nacional, sino que también nos ayude a vencer nuestra percepción
insularista del mundo.
Pero esto son solo preguntas. Yo tengo mis respuestas a algunas de
ellas, pero sobre todo tengo preguntas sobre todas. Y lo que siempre
trato de hacer es derivar mis modestas respuestas desde el análisis
crudo de las oportunidades y los riesgos, y no desde la formación
ideológica con la que todos cargamos. No hay ningún libro que resuelva
el problema cubano. El libro es nuestra sociedad. Su lectura, la
discusión democrática.

Source: "Democracia solo para mi gente - Artículos - Cuba - Cuba
Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/democracia-solo-para-mi-gente-301790

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