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Thursday, September 05, 2013

Apocalipsis alcohólico

Apocalipsis alcohólico
PABLO PASCUAL MÉNDEZ PIÑA | La Habana | 5 Sep 2013 - 7:49 am.

El múltiple envenenamiento con metanol ocurrido hace unas semanas en La
Habana demuestra la evidencia: en Cuba, el alcoholismo es ya un fenómeno
masivo.

El desenlace final arrojó trece muertos por envenenamiento con metanol.
A los fallecidos en La Lisa se le añadieron Yuniel González y Dámaso
Cordero, dos residentes del municipio San Miguel del Padrón, cuyos
decesos no fueron informados por la prensa oficial.

Vale aclarar que en cualquier parte del mundo se producen intoxicaciones
con metanol o alcohol de madera, su ingestión ha cobrado víctimas en
República Checa, Polonia, México, Estonia, Colombia, El Salvador, EEUU e
India, por solo citar algunos países.

Cruzar la barrera del alcoholismo —según las estadísticas— es como
introducirse en un campo de exterminio. En una investigación efectuada
por un equipo multidisciplinario del hospital Carlos J Finlay, que fuera
publicado en La Revista Cubana de Medicina Militar, de cada diez
suicidas nueve son alcohólicos, y la dipsomanía también causa muertes
por riñas callejeras, envenenamientos, accidentes del tránsito, cáncer
gástrico, cirrosis hepática, pancreatitis hemorrágica, etc.

Dicha publicación no mencionó el lugar ocupado por el alcoholismo entre
las diez primeras causas de muerte en el país. Los padrones muestran que
un 45% de la población mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas,
para un índice de prevalencia que oscila entre el 7 y 10% —uno de los
más bajos de América Latina—, sumario que contrasta con los numerosos
borrachos que se ven en las calles.

Los investigadores reconocen que en los últimos 15 años el consumo ha
aumentado, mientras el 40% de los ingresos por urgencia en los cuerpos
de guardia de nuestro sistema nacional de salud, corre a costa de los
alcohólicos.

Pero la dipsomanía no hace distingos. En su gremio pueden asociarse
vecinos de los barrios residenciales del Nuevo Vedado, Miramar y
Biltmore, tugurios marginales como los del Palo Cagao y Los Pocitos, así
como multicondecorados generales e indigentes que pululan por las calles.

Desde el vodka Stolisnaya y el whisky Chivas Regal, hasta los
aguardientes conocidos como "hueso de tigre" o "chispa'e tren", los
dipsómanos tendrán que elegir el trago que les corresponde, acorde a la
capacidad de sus bolsillos.

En nuestra Isla, que antiguamente fuera identificada como "la tierra del
azúcar y el ron", existe una marcada diferencia entre "los que beben
alcohol bueno y los que beben alcohol malo".

Desengañado de bares y cantinas

Raúl, de 52 años, se afeita, baña y cambia de ropa cuando le da la gana,
deambula por el Vedado y bucea en los contenedores de basura para buscar
latas de refresco y cerveza que luego vende en un almacén de materias
primas, localizado en la calle 17, entre 8 y 10, en la propia barriada.

Raúl siempre tiene una botella plástica metida en un bolsillo para darse
un trago de "alcolifán", solo compra el alcohol en un punto de confianza
del que no ofrece detalles y no consume el ron a granel que expenden en
los bares estatales (el "hueso de tigre"), alegando que: "Lo adulteran y
me da cagaleras".

El Moro, de 58 años, oriundo del Cerro, rechaza igualmente estas
bebidas. El Moro se dedica a la venta de aguacates para luego comprar
alcohol. A la pregunta de por qué es alcohólico, responde que "en Cuba
no hay más ná que hacer, ¿qué tú quieres?".

Asevera que los médicos de la familia nunca les han propuesto a los
alcohólicos un programa de rehabilitación. Los policías son los únicos
que se les acercan cuando los sorprenden registrando los contenedores de
basura, para amenazarlos con la "ley de peligrosidad social".

Carlos Betancourt, un jubilado de 77 años, afirma que antes del año 1965
no había tanta prevalencia del alcoholismo. Tampoco recuerda tantos
envenenamientos masivos con metanol.

Cuenta que "hace más de 50 años había bares por dondequiera y un trago
doble de coñac Peralta o cualquier aguardiente, tan solo costaba tres
centavos". Según su criterio, la calidad de aquellas baratijas era
superior al hoy sublimado ron Havana Club.

"Nadie tomaba en las calles como sucede ahora, ni llevaba botellas para
su casa, la gente bebía en bodegas y bares donde las victrolas
amenizaban con la música de Vicentico Valdés, Contreras, Panchito Ricé,
Vallejo, Laserie y otros".

Betancourt dice que la ansiedad por el alcohol data de 1968, tras la
nacionalización masiva conocida por Ofensiva Revolucionaria y la
implantación de una Ley Seca, época en que el Estado racionó la bebida y
solo vendía bimensualmente una botella por núcleo familiar.

Entonces la gente comenzó a producir clandestinamente "gualfarina", ron
que se obtenía a partir de la destilación del azúcar crudo fermentado.
"No había levadura —apunta Carlos—, y para sustituirla se empleaba
excremento de niños recién nacidos. Tampoco faltaron inescrupulosos para
bebérsela".

Igualmente comenzaron a distribuir en las pizzerías un vino argelino,
bautizado popularmente como "Pancho el Bravo". Más tarde, "Pancho el
Bravo" fue retirado de los expendios a consecuencia de que los borrachos
amanecían tirados en las calles. "Figúrate —sentencia Carlos—, en
aquellos tiempos, Castro idealizaba al inmaculado hombre nuevo".

Con el "periodo especial", regresaron las escaseces e irrumpieron el
"azuquín" (nueva versión de la "guarfarina"), y la "chispa'e tren", que
se obtenía purificando el alcohol de reverbero con carbón activado. Los
consumidores de éste subproducto del petróleo recibieron el mote de
"chisperos".

"Ahora, las shopping están repletas de licores de todo tipo, pero los
precios son inalcanzables para los pobres —expone Carlos—. Las ofertas
más baratas son las cervezas y "el planchao" (menos de ¼ de botella de
ron), que cuestan un CUC, mientras el salario medio cubano sigue
atascado en los 15 CUC o dólares mensuales.

"Por eso es que la gente busca alternativas más baratas y se expone a
los envenenamientos masivos —considera finalmente Betancourt—. El hecho
de que entre los intoxicados con metanol en el municipio La Lisa hubiera
una mujer en estado de gestación y otra que amamantaba a su hijo de
meses, demuestra el grado de frustración e irresponsabilidad que existe
en el país".

Dame un traguito ahora que nadie mira

Desde la barriada de La Timba en el municipio Plaza de la Revolución y
solicitando el anonimato, un alcohólico de 63 años señala con su dedo
índice la cima del edificio MINFAR, y expresa: "Ahí sí hay borrachos".

Cuenta que fue camarero del bar-restaurante del piso 20, destinado a los
generales de alto rango de las fuerzas armadas; en varios ocasiones fue
testigo de cómo rompieron el record del escritor Ernest Hemingway,
implantado en el bar Floridita.

Para comerse un "aeropuerto de ternera" (bistec de palomilla que ha de
ser servido en una bandeja porque no cabe en un plato), los aperitivos
de estos señores —de los que no quiere ni recordar sus nombres—
consistían en tomarse una botella de vodka Stolisnaya, whiskies Chivas
Regal, Johnny Walker, o ginebra Gordon, ron Matusalén o añejo Havana
Club. "Ah y lo más significativo es que Liborio siempre pagaba la cuenta".

Mientras trabajó allí, a escondidas, este alcohólico se daba
"cañangazos" de las buenas marcas, hasta que lo sorprendieron y lo
echaron. En la actualidad tiene que tomar "alcolifán" o lo que venga.
Tras el envenenamiento con metanol acontecido en La Lisa a principios de
agosto, pasó varios días inquieto: "Compadre, no es fácil irse del aire
o quedarse ciego", sentenció.

Source: "Apocalipsis alcohólico | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1378239607_4896.html

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