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Monday, April 29, 2013

La patria y el orgullo

La patria y el orgullo
[29-04-2013]
Carlos Alberto Montaner
Escritor y analista político

(www.miscelaneasdecuba.net).- Me siento dos veces agradecido. En primer
lugar, por haber sido invitado a decir unas palabras por la directiva de
los veteranos de la Brigada 2506, y, en segundo lugar, por la
oportunidad que me dan de honrar a las presas políticas cubanas.

Quiero destacar en este breve texto algo que identifica a los miembros
de la Brigada 2506 con las presas políticas y, en general, con todos los
demócratas de la oposición, incluidas las Damas de Blanco que hoy
recorren las calles de Cuba demandando libertad para el conjunto de la
sociedad.

La observación es muy elemental, pero me parece que es importante
destacarla: la batalla de los cubanos contra la dictadura no ha sido
clasista ni racista.

Tanto los miembros de la Brigada como las presas políticas cubanas
constituyen un corte transversal de la sociedad. En Cuba la resistencia
contra la opresión comunista ha sido general, policlasista y multiracial.

El 17 de abril de 1961 desembarcaron en la Isla patriotas pobres, ricos
y de clase media. Gentes con una notable instrucción universitaria y
otros de origen rural que apenas tenían educación formal. Muchos eran
blancos, pero también había negros y mulatos.

No era verdad, como alegan los defensores del castrismo, que se trataba
de un esfuerzo de la oligarquía por rescatar sus propiedades
confiscadas. Era un esfuerzo de todos los grupos sociales por rescatar
las libertades y la democracia. Un esfuerzo que en cierta medida trataba
de culminar la traicionada lucha contra la anterior dictadura.

Es cierto, sin embargo, y debe enorgullecernos, que entre los
expedicionarios había algunos representantes de los grupos
económicamente poderosos de Cuba, como ocurrió durante nuestras Guerras
de Independencia con hacendados prominentes como Carlos Manuel de
Céspedes, Ignacio Agramonte y Francisco Vicente Aguilera, pero eso sólo
prueba que esas personas estaban dispuestas a dar su vida y su fortuna
por la libertad de los cubanos.

En el caso de las presas políticas cubanas sucede exactamente igual.
Entre ellas estaban Polita Grau, ex Primera Dama de la República durante
el gobierno de su tío Ramón Grau San Martín, o mi amiga la Dra. Marta
Frayde –nonagenaria todavía viva en Madrid–, exembajadora de Cuba ante
la UNESCO a principios de los años sesenta, descendiente de una conocida
familia del patriciado cubano, y la humilde Zoila Águila Almeida, la
Niña del Escambray, una valiente guerrillera nacida en Placetas y muerta
en el exilio, quien se alzara en las montañas de Las Villas junto a su
esposo Manolo Munso, fusilado en Cuba, un electricista, como relatara
Enrique Encinosa en su valioso libro sobre "la guerra olvidada" del
Escambray.

Ya que he mencionado a Marta Frayde, quiero compartir con ustedes una
anécdota poco conocida que ella me relatara hace ya muchos años: ¿saben
qué experto visitó una de las cárceles de mujeres en la que estuvo recluida?

Nada menos que Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky, irónicamente
convertido en inspector de prisiones por Fidel Castro, el mayor de los
estalinistas, dada su experiencia de haber pasado 20 años en Lecumberri,
en México, condenado por su vil crimen. (Dato que acaso debe reflejar
Leonardo Padura en la próxima edición de su notable novela El hombre que
amaba los perros).

En efecto, cientos de mujeres cubanas de todos los grupos sociales del
país pasaron por las cárceles de la dictadura comunista, y todas cuentan
las mismas historias de golpizas, maltratos, vejaciones, e incluso
muerte, como le sucedió a Lydia Pérez León, a quien la mató una
hemorragia en su celda de castigo "porque no había sangre para las gusanas".

Algunas, como Ana Lázara Rodríguez, estudiante de medicina que cumplió
19 años de presidio, tuvo el talento y la dolorosa paciencia que se
requiere para contar sus terribles experiencias en una obra
autobiográfica que se lee con admiración y horror.

Admiración, por el valor de esta mujer y sus compañeras de infortunio.
Horror, por todo lo que las hicieron padecer. La obra, escrita en
español y luego también traducida y publicada en inglés, es un monumento
a los mejores aspectos del espíritu humano y una radical condena a la
barbarie de las cárceles para mujeres de los Castro. Se titula Diario de
una sobreviviente.

Precisamente, si hay algo que diferencia la dictadura de los Castro de
las anteriores tiranías padecidas por los cubanos desde el siglo XIX a
la fecha, es el trato despiadado dado por esta dinastía militar a las
presas políticas.

Durante la época colonial española, durante el machadato, durante la
dictadura de Batista, los maltratos y torturas a las mujeres de la
oposición ocurrieron de manera excepcional.

Durante la dictadura comunista, en cambio, ha sido la regla, ha sido
masiva, ha durado décadas, y se ha visto (y se ve hoy día) en todas las
cárceles en las que estas mujeres han estado recluidas, desde Guanajay
hasta Baracoa, pasando por Nuevo Amanecer.

¿De dónde ha salido esta casta de desalmados militares cubanos capaces
de maltratar a las presas políticas sin respetar el género, la edad y el
estado físico de estas mujeres?

Dentro de la cultura cubana, acaso por cierta tradición patriarcal de
carácter hispánico, existía la regla, pocas veces incumplida, de
respetar la integridad física y moral de las mujeres, aunque fueran
adversarias políticas o familiares de los enemigos.

Esa norma de elemental convivencia, de la que se beneficiaron los
propios hermanos Castro y los jefes de la insurrección, cuyas familias
no fueron molestadas por Batista, fue violada desde el principio por los
represores del castrismo.

Recuerdo, en enero de 1961, a una señora embarazada que fue a ver a su
esposo a La Cabaña. Ella no sabía que lo habían fusilado la víspera de
la visita. Se enteró allí, en lo que llamaban "el rastrillo", cuando se
lo gritó un guardia para que todos lo oyéramos: "a tu marido lo
fusilamos anoche. Tendrás que buscarte un nuevo macho para que te haga
la próxima barriga".

Es ese tipo de gentuza el que continúa haciendo actos de repudio, golpea
y mortifica a las Damas de Blanco o a los periodistas independientes, y
acosa a los disidentes, ya sean hombres o mujeres.

Ésa es la tropa de choque del castrismo, pero esos también son sus
representantes más visibles y emblemáticos.

Quiero terminar mis palabras aludiendo al título de las valiosas
memorias escritas, precisamente, por un miembro de la Brigada 2506,
Waldo de Castroverde, viejo amigo de la adolescencia. Le llamó a su
libro Que la patria se sienta orgullosa.

Así nos sentimos todos los cubanos, queridas presas políticas, queridos
excombatientes de Playa Girón: profundamente orgullos por el sacrificio
de vuestras vidas.

Muchas gracias por todo lo que han hecho y sufrido.

Muchas gracias.

Palabras pronunciadas en Miami
el 28 de abril de 2013
en la sede de la Brigada 2506, en un
homenaje a las presas políticas cubanas

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=39263

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